Estamos programados para huir de las emociones incómodas y correr detrás de las placenteras.
Evitar el “bajón” y buscar el “high”.
Por eso, cuando nos sentimos mal, una serie en la TV, las redes sociales, un trago, un vicio, son un “parche” que nos ayudan a no ver de frente lo que estamos sintiendo.
No sabemos hacerlo, realmente.
Desde niños, no nos enseñaron que ese “huir” y esa evasión, no desaparecen las emociones que nos ‘contraen’, que nos hacen sentir mal: vergüenza, culpa, tristeza, rabia, apatía, frustración, orgullo.
Las empezamos a acumular desde muy temprana edad porque no sabemos gestionarlas, no sabemos qué hacer con ellas cuando aparecen, sin hablar de esa voz que nos dice “nadie puede saber que te sientes mal”, o que lo que estamos sintiendo implica debilidad.
Luego de años, éstas hacen catarsis y llegan las depresiones, enfermedades, crisis emocionales, porque aunque no quisimos -o pudimos- verlas, ellas nunca desaparecieron.
¿Cómo lidiamos con estas emociones?, ¿Cómo dejamos de acumularlas?
Cuando surgen emociones incómodas, si en lugar de enfocarnos en nuestros pensamientos -que nos cuentan la historia detrás de lo que estamos sintiendo-, nos vamos a nuestro cuerpo, nos daremos cuenta que hay una sensación física acompañando la emoción.
Hay una energía moviéndose o suprimiéndose.
Una vez con la atención en el cuerpo, si le “damos la bienvenida” a esa sensación, nos daremos cuenta que esa energía acumulada empieza a dispersarse.
Sólo el hecho de reconocer la sensación/emoción sin resistencia, le da el espacio para hacer su recorrido y salir.
De aquí viene el famoso “dejar ir”. No de la evasión. No del mantenerse ocupado para no pensar en ello. No de “darle tiempo”.
Cuando damos la bienvenida a lo que sentimos, hacernos las preguntas:
- ¿Puedo dejarlo ir?
- ¿Quiero dejarlo ir?
Aunque la respuesta sea “no”, ya se está disipando esa sensación. Y si nos genera resistencia, podemos hacer lo mismo con ella. “¿Puedo dejar ir la resistencia?”
Un libro que explica esto a detalle y en todas las áreas es “The Sedona Method” – por Hale Dwoskin.
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