Siguiendo en la línea de la gestión de emociones “negativas”, si pusimos en práctica lo que hablamos la semana pasada, es muy probable que hayamos visto cómo quitando la resistencia a lo que sentimos -aunque sea incómodo- y lo aceptamos, nos sentimos mejor mucho más rápido que cuando intentamos lucharlo o evadirlo.
Cuando estamos frente a un problema o a una situación que no sabemos cómo resolver, o donde la solución que vemos puede traer más conflictos, tener esto en cuenta es clave. ¿Por qué? – Porque no se puede llegar a una solución desde el mismo nivel -o emoción- desde la que se creó el problema.
No se puede resolver la frustración desde la frustración.
No se puede resolver la rabia desde la rabia.
Cuando nos vemos frente a una situación complicada, estamos acostumbrados a actuar y buscar cambiar lo que esté pasando en el entorno para calmarnos y sentirnos mejor. ¿Qué pasa si cambiamos la ecuación?
Si en lugar de actuar desde la emoción que me esté generando el problema -sea rabia, miedo, frustración, estrés, angustia, ansiedad-, me tomo un momento y me enfoco en la sensación que está en mi cuerpo -sea un vacío en el estómago, tensión en el cuello o espalda, presión en el pecho, etc.-, y no en los pensamientos, aceptando y dándole la bienvenida, aunque se sienta incómodo, sentiremos cómo disminuye, y en cuestión de minutos nos empezamos a sentir más tranquilos.
Cuando estamos inmersos en emociones “negativas”, nuestra mente se llena de pensamientos, al punto de aturdirnos. No vemos con claridad. Cuando nos enfocamos en el cuerpo, nuestra mente se calma, porque el cerebro no puede hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Sólo teniendo la mente más calmada, nos vamos a sentir mejor y con más claridad. En consecuencia, nuestras decisiones serán más sabias y acertadas.
Una vez que hacemos esto, mejores soluciones van a llegar a nuestra mente, porque solemos ver el mundo con los lentes de lo que sentimos en el momento.
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