Prevenir el burnout. ¿Cómo hacerlo?
Prevenir el burnout es posible y revertirlo también lo es. En cualquier caso, para definir qué acciones tomar lo fundamental es identificarlo.
Por esa razón, en las últimas dos semanas hemos hablado de las 12 fases del burnout.
¿Te identificaste en alguna?
Si consideras que te encuentras en la etapa de agotamiento total, lo más recomendable es buscar ayuda profesional.
Si aún no has pasado el punto de inflexión, las siguientes medidas pueden contribuir a la recuperación del cansancio y prevenir el síndrome de burnout en primer lugar:
Parar el “multitasking”
Hacer varias tareas a la vez no significa mayor eficiencia. Por el contrario, somos más despistados, estamos menos presentes y, por lo tanto, menos productivos en el trabajo.
Crear una lista de tareas
Escribir una lista de tareas pendientes que consista solo en las cosas que absolutamente tiene que lograr cada día, en lugar de guiarse por una lista con el total de ellas. El mínimo indispensable. Esto nos hace responsables de los plazos más esenciales sin sentirnos abrumados.
Abordar problemas subyacentes
¿Tienes problemas corporales? ¿Dificultades con la atención? ¿Resentimiento hacia un compañero de trabajo o familia? ¿Te preocupa el dinero? ¿Te sientes infravalorado? Una serie de problemas psicológicos pueden aumentar la probabilidad de experimentar agotamiento.
Los problemas personales afectan nuestra capacidad para hacer nuestro mejor trabajo, abordar las necesidades emocionales subyacentes a menudo mejora nuestra capacidad para compartimentar y hacer frente al estrés en el trabajo.
Hablar con un terapeuta puede ayudar.
Practicar mindfulness
Hay muchos conceptos erróneos sobre lo que realmente es la “atención plena” y la meditación, pero varios análisis concluyen que la atención plena se asocia con una disminución de la ansiedad, la depresión y el dolor.
Llevar la conciencia y la curiosidad a los temas de preocupación ayuda a disolverlos, y una excelente manera de hacerlo es practicar meditaciones cortas todos los días. Pensar en ello como un “ejercicio” para el cerebro ayuda a mejorar la actitud.